Este año de 2014 se cumplen cincuenta años de la
primera vez que comenzó a celebrarse el Día Escolar de la No violencia y la
Paz. ¡Ahí es nada! Medio siglo de una experiencia que comenzó de la mano de un
profesor español, Llorenç Vidal, con el objetivo de educar en y para la tolerancia, la
solidaridad, la concordia, el respeto a los Derechos Humanos, la no-violencia y
la paz. Un día para que los colegios y centros se conviertan en instrumentos de
paz y entendimiento entre personas de distinta formación, raza, cultura y
religión.
El día escogido fue el
aniversario del fallecimiento del Mahatma Ghandi, en 1948, exactamente 16 años
antes, cuando fue asesinado por un fanático integrista. Una muerte violenta
para un hombre que practicó la resistencia pacífica y que dedicó gran parte de
su existencia a eliminar la discriminación de castas de su país y a buscar la
igualdad de derechos para todos, y que, por tanto, constituye un buen ejemplo
para los objetivos que se persiguen desde los Centros Educativos.
Y es que, a esta idea inicial de Llorenç Vidal, se fueron uniendo muchos otros docentes por
toda la geografía nacional e internacional, hasta que en 1993 la UNESCO
reconoció oficialmente la fecha para todo el mundo. Hoy es cita obligada sino
en todos al menos en la inmensa mayoría de los colegios españoles. Un día en el
que se dan consignas contra la guerra y se manejan abstractos conceptos de paz,
amor, no violencia, mientras niños y niñas realizan coreografías especialmente
pensadas para hablarnos de unidad o entonan canciones y recitan poemas donde
dichos conceptos se repiten, acompañadas de dibujos y gestos de palomas,
corazones y manos enlazadas.
Pero ¿sabemos realmente cuál es el verdadero sentido
que hace que un día como éste haya de mantenerse aún en los colegios? Son los
más pequeños, las más pequeñas, las mayores víctimas de la presencia de la violencia
en el mundo. Y ¡ojo! que no estamos hablando solamente de guerras, sino de
cualquier tipo de violencia – por mínima que sea – que entorpezca o interrumpa la
relación entre las personas, una relación que, llegado este siglo XXI, debería
ser de igualdad y de respeto, porque, a estas alturas de la evolución social,
ya deberíamos tener claro que nadie es mejor que nadie y que todos tenemos los
mismos derechos. Porque está claro que no es que en nuestro planeta no existan
recursos para que todos vivamos con dignidad, sino que unos pocos pretenden
acumular en sus manos lo que a muchos debería pertenecer, estableciéndose así
la pobreza, y olvidando que - cuando les llegue la hora de su muerte –
no podrán llevarse nada con ellos.
Durante muchos años, hombres y mujeres que creyeron,
han creído y creen en la justicia social, han sentado las bases para que toda
una serie de derechos, considerados básicos y universales, alcanzasen a todos. Por
encima de sexos, de edades, de razas y culturas. No voy a enumerarlos ahora,
pues podemos recordarlos fácilmente consultando la Declaración de Derechos
Universales. Pero sí me voy a centrar en uno muy especial, el “derecho a la
educación “, porque en él se encuentra uno de los pilares fundamentales para
conseguir que la sociedad en que vivimos sea cada día un poquito mejor, un
poquito más justa. Una educación que comienza por la escolarización de los más
pequeños y que ha de englobar no solo los aspectos más instrumentales si no también un adecuado desarrollo en
valores.
La educación es el instrumento más justo y más
pacífico de cambio que tenemos en nuestras manos, porque abre mentes y
desarrolla tanto nuestra capacidad de empatía como nuestra capacidad crítica. Quizás por eso se tenga tanto empeño, por
parte de algunas personas y de algunos sectores de la sociedad que pretenden
perpetuar el poder siempre en las mismas manos, en manipularla a su antojo.
Pero la educación es, ha de ser siempre, una vía de
libertad responsable, basada en el respeto tanto a todas y cada una de las
personas que conviven a nuestro lado como a aquellas que se encuentran al otro
lado del mundo.
Recordémoslo siempre como padres y madres, como
docentes, como gobernantes, y no hagamos de ella un arma “infecta” con la que
anular derechos que deberían ser inalienables. Y como contribución a ese
recordatorio, dejo aquí este personal decálogo.
10 aspectos para celebrar el Día Escolar de la No Violencia y la Paz:
- Niños y niñas son, en muchas ocasiones, la única llamada de atención que tenemos los adultos de aquello que no estamos haciendo bien.
- Además de los conflictos bélicos, “violencia” son también todas las situaciones injustas que provocamos en el día a día de nuestra sociedad y de las que nuestros pequeños son permanentes testigos.
Violencia es:
- la falta de respeto, la intolerancia ante las ideas diferentes a las nuestras, el menosprecio a la otra persona por ser de diferente sexo, raza, o condición social.
- el acoso escolar que se produce muchas veces en las aulas y en los patios de nuestros coles mientras nos empeñamos en mirar para otro lado.
- la falta de respeto al profesorado de nuestros hijos, que a menudo les transmitimos a ellos.
- imponer como buenas y verdaderas nuestras ideas impidiendo la capacidad de pensar y de elegir libremente
- ver como nuestras dificultades económicas impedirán a nuestros hijos e hijas continuar con una educación de calidad, aquella que necesitan para su futuro y para que la que pueden estar sobradamente preparados si se les dan las correspondientes oportunidades de acceso.
Y también es Violencia
- que en muchos países se prohíba a las niñas acceder a la educación por el hecho de ser niñas.
- Que se recluten niños, niñas y jóvenes en edad escolar para los conflictos bélicos provocados por la avaricia, el egoísmo y las ansias de poder de los adultos
- Que en nuestro país haya cada vez más personas, especialmente niños, niñas y ancianos (en su mayoría viudas) rozando el umbral de la pobreza.
Podría seguir enumerando muchas más razones. Pero la
lista se haría interminable y seguro que cada uno de vosotros encontráis
vuestro propio decálogo para que nuestros escolares nos sigan llamando la
atención, aunque solo sea una vez al año, sobre la necesidad de ir a la
búsqueda de la paz, por el camino de la no violencia.
Porque esta no es solo la ausencia de guerra. Es el respeto que
se nos debe como seres humanos que somos. Es la posibilidad de ejercer nuestros
derechos más básicos y universales. Es
el respeto hacia toda persona más allá de su origen, de su formación, de su
edad, de su sexo, de su raza, de su condición social.
Y en esta dirección aún nos queda mucho camino por
recorrer ¡HACIA DELANTE, SIEMPRE HACIA DELANTE! Y eso es lo que nos recuerdan
en este 30 de enero nuestros niños y nuestras niñas.
Escuchémosles y reflexionemos para mejorar.
Mercedes
G. Rojo
Concejala
de Educación del Ayto. de Astorga