Llevamos
varios años en los que, con la disculpa perfecta de una crisis económica que
afecta a medio mundo, en España, estamos asistiendo a la destrucción
sistemática del “estado de bienestar” en
el que se habían conseguido una serie de aspectos básicos que no eran más que
el reflejo de los derechos humanos más fundamentales: el derecho a la
alimentación, a una vivienda digna, a un trabajo también digno, a una atención
sanitaria universal, a la educación…
Y de repente,
todo eso que se llevaba construyendo más de 40 años, todo lo que parecía tan
sumamente consolidado y que ya dábamos por hecho que nunca perderíamos, ha comenzado a desmoronarse a nuestro
alrededor, mientras observamos con estupefacción como la situación avanza, acabando con la clase media
de nuestro país, y aumentando la brecha entre pobres y ricos, mientras a
nuestro alrededor escuchamos como, encima de todo ello, se justifican dichas situaciones con peregrinos
argumentos, que hace unos pocos años nos hubieran indignado a la mayoría.
Pero, a pesar
de lo que algunos se empeñan en hacernos creer, la crisis no afecta a todos por igual. Mientras cada día son más las personas que se ven
privadas de esos derechos, también son más, … y más, … y más, quienes se enriquecen
a costa de su desgracia, aprovechando todas las brechas legales que se están
abriendo cada día para beneficiarse económicamente de una situación en la que,
al otro lado de la balanza, no hay dinero, no hay mercancía, sino personas con
nombre y apellidos, y sus respectivas familias. Por eso, hay que aprender a ser
verdaderamente críticos con lo que está sucediendo a nuestro alrededor, para
llegar a ser conscientes de que algo no funciona, y que ese algo no depende – como hay quienes intentan hacérnoslo creer –
de nosotros y de que hayamos querido vivir por encima de nuestras
posibilidades.
Mientras todo
esto ocurre, a nuestro alrededor, en nuestro entorno más próximo, surgen múltiples iniciativas de solidaridad
y/o caridad para paliar esas deficiencias.
Pero, cuando
hablamos de solidaridad y de caridad ¿estamos hablando de lo mismo? Desde mi
humilde opinión, y el de otras muchas personas que piensan como yo, rotundamente
¡NO!
La solidaridad es un acto de justicia, que
busca paliar una injusticia cometida por situaciones que nunca se deberían
haber producido. Busca el máximo respeto a la dignidad humana y es consciente
del “hoy por ti mañana por mí” en el que cualquiera puede verse envuelto. Es
revisable, es puntual, y tiene claro que es solo una situación temporal
mientras se restituyen esos derechos a los que todos tenemos derecho. Y se basa
en la capacidad de ponernos en el lugar de la otra persona y de entender que a
cualquiera nos podría suceder estar en la misma situación en algún momento de
nuestra vida.

Durante el
último año hemos asistido en Astorga a multitud de iniciativas solidarias,
demostrándonos que cuando es necesario, la gente, especialmente la gente
normal, la gente sencilla, la que ha llegado a donde está a base de trabajo
responsable y de sacrificio, sabe responder ante las injusticias con que la
sociedad (que no tanto la vida)
sacude a muchas personas.
Pero estas
circunstancias no deberían hacernos
olvidar que estas circunstancias no
han de ser situaciones destinadas a perpetuarse.
Todas esas muestras de solidaridad no pueden convertirse en la cortina de humo
que desvíe nuestra atención de lo verdaderamente importante, de la lucha por la
Justicia Social, por conseguir que todos gocemos de los mismos derechos básicos
y de las mismas oportunidades para vivir dignamente, para tener acceso a una
educación gratuita y de calidad, a una sanidad que no esté sujeta a nuestra
capacidad económica y que nos asegure las mismas oportunidades de cuidar
nuestra salud sea cual sea nuestra edad y nuestras circunstancias de cualquier tipo
que éstas sean.
Nadie está
pidiendo que se regale nada. Tampoco lo pretende la mayoría de las personas
que se ven abocadas a ser atendidas a través de estas iniciativas que van
surgiendo en el día a día de nuestra sociedad, muchas desde los Servicios Sociales,
otras desde la solidaridad popular.
Y que quede
claro. No debemos confundir solidaridad con caridad.
Hay una justicia social que debemos recuperar.
Por encima de todo, porque nos la hemos ganado con nuestro esfuerzo diario. Una justicia social en la que lo prioritario sea la dignidad de las personas. Y eso solo podemos hacerlo, remando todos
juntos en una misma dirección.
Porque la
situación actual nos está demostrando, día a día, que la próxima víctima de
esta malentendida crisis tal vez puedas ser tú, o alguno de los tuyos. Y
entonces, quizás no consideres lo que está ocurriendo tan lógico (me refiero a ciertas medidas que
supuestamente se están tomando porque hay una tremenda crisis que nos obliga a
ello). Y tal vez no encontremos tan
fácilmente los argumentos capaces de justificar todos esos recortes a los que se
nos está sometiendo y que, casi siempre, recaen sobre las mismas víctimas: la
infancia, las personas mayores, las personas solas. Y muchas de ellas, en gran
medida, son mujeres.
¡Para que
luego digan que no es necesario seguir trabajando por la igualdad, en todos los
ámbitos!
Astorga,
12 de enero de 2014
Mercedes G. Rojo.
Agente de Igualdad
Concejala de Familia, Igualdad y Serv. Sociales.