El pasado día 8 de junio se celebró en Astorga la XIV Convivencia Provincial de Asociaciones de Personas Mayores. Dado que la organización recaía muy de cerca en el departamento en el que trabajo, durante gran parte de la jornada me moví por el espacio de encuentro por el que pasaron más de cinco mil personas provenientes de toda la provincia. Eso me permitió observar una realidad ante la que llevo mucho tiempo sensibilizada, pero que en estos días me preocupa aún más, quizá por el ambiente socio-político que nos está envolviendo. Me refiero al hecho de que – a ojo de buen cubero – una gran parte de la población que nos visitó (representantes de las asociaciones de pensionistas y jubilados) era femenina. ¡Bien!, podríamos decirnos, esto es normal, pues todo el mundo sabe que la media de vida de la mujer es más alta que la de los hombres en al menos 6 años. Y sabemos también que nuestra provincia presenta una elevada proporción de personas longevas por encima de la media habitual. Claro que ahora vendría la segunda parte. Y es que, a pesar de esa mayoría, ni entre las autoridades (entre las que no había ninguna mujer a excepción de la que esperemos se convierta pronto en la primera alcaldesa de Astorga), ni entre los representantes a nivel de Federación, y en muy pocos casos a nivel de las directivas de las correspondientes asociaciones, era muy visible esa predominancia en número del sexo femenino.

Si a esto unimos las observaciones diarias de tantos profesionales que trabajan estos sectores, que ven como todavía un analfabetismo funcional, que les lleva a retraerse y a reducir su capacidad de entendimiento ante situaciones cotidianas, forma parte de la realidad de muchas mujeres de cierta edad, sería de comprender mi preocupación cuando veo desaparecer, tanto del ámbito rural como del urbano, tantas actividades orientadas a mejorar la formación de la mujer, sobre todo de la mujer mayor, que es la más necesitada de ello, en aras de la necesidad de unos recortes que no se aplican a lo que verdaderamente sería prescindible.
Pero ya se sabe, “mujer que estudia, mujer que piensa”. Y ni su pensamiento ni su voto serían entonces tan manipulables como lo están siendo ahora para ciertos sectores que buscan, desde su maleabilidad desde lo masculino y desde su miedo por el futuro, una fuente de alimentación extraordinaria para sus intereses.
Por eso me descubro ante todas aquellas que no se doblegan y, a pesar de su edad y las dificultades propias y ajenas que se les presentan, leen, escuchan, comparan, discuten y desarrollan criterios propios, no dejándose traer y llevar por quienes dicen buscar exclusivamente su bienestar cuando pretenden seguir manteniéndolas relegadas a aquellos sectores sociales que les interesan.
Y es que ya dice el refrán “genio y figura, hasta la sepultura”.
Mercedes G. Rojo
Agente de Igualdad