Es, en su conjunto, una obra de sensaciones, de sentimientos, ..., un conjunto de piezas que hay que observan con detenimiento y con repetición para extraer de ellas todo su significado y para dejarnos arrastrar hacia la reflexión. Es, sin duda, una exposición que habla de mujeres desde la perspectiva de otra mujer. Una muestra que tampoco deja indiferente a los hombres....
MUJERES DE AIRE, TIERRA, AGUA Y FUEGO. PARAGUAS ROJO.
Charo Acera.
Quiero agradecer … a la Concejalía de Mujer y Servicios Sociales del Ayuntamiento de Astorga y al propio Ayuntamiento.
A Carlos, Miguel y Lucía, mi familia, sin su paciencia, sus ánimos, su apoyo y su gran ayuda, no podría realizar todo este trabajo.
A Castorina, por su presentación, por hacer de madrina en este evento. Para mí, es todo un referente de mujer valiente ante la piedra que transforma en obras con alma, es un impulso laboral, como escultora, en el que reflejo mi aprendizaje y a la que agradezco de corazón que sea lo que es.
A Manuela Rejas, La Maga Violeta, a Nieves, mi amiga mayor, a Fe, una de mis Reinas Magas, a mi madre, la soñada; todas ellas mujeres muy mayores que están terminando su caminar, que han sido trabajadoras y valientes, con genio, con fuerza, cada una con su historia. Ellas, fuente de energía, que con el contacto de sus manos me dan a través de la piel, su magia, sus sueños, y mis nervios y músculos se cargan de ánimos, de humor y alegría, de ganas para seguir.
Les debo mucho a las mujeres mayores por sus palabras, sus consejos… Sus vivencias han dado mucho sentido a mi camino.
A mi niña, que cada día me enseña algo de la evolución y el futuro.
Mujeres de aire, tierra, agua y fuego, son más de lo mismo, en el quehacer diario y en el caminar de mi existencia.
Veo mujeres hermosas poblando el mundo.
Veo mujeres fuertes luchando la vida.
Veo mujeres pequeñas crecerse ante la pena. Veo mujeres de años. Llenas de emociones y sabiduría.
Mujeres cansadas de tanto que hacer, de tanto esfuerzo en el cada día, de tanta aventura, de tanto soñar con hacer la vida, cambiar las costumbres, las formas, la risa, hacerla bonita y sobre todo vivirla a su modo, vivirla tranquila.
Veo a muchas luchar como mulas por su día a día, tirando de un carro de historia, cargando con todos, con marido, con hijos, con padres, con familia, que dejan su ahora para el final del día, cuando ya no hay fuerzas, cuando ya no hay vida en ninguna de sus manos, en ninguno de sus ojos, deseando que, mañana al menos, tengan en las manos una caricia.
Se ven por las calles buscando y haciendo la vida, mujeres sin casa, sin arraigos, sin país, sin familia; la gente las mira, las maldice, las insulta, las aparta, las critica.
Mujeres con fuerza, con agallas, tragando saliva para ganarse los cuartos con los que dar más vida, perdiendo la suya en cada momento, en cada calleja, en cada mirada furtiva. Usadas para nada, usadas para la vida por animales irracionales sin respeto por su vida.
Mujeres al fin y al cabo, mujeres de arriba abajo; mujeres de cuerpo y mente que lloran y ríen, que sienten, que odian, que al final aguantan porque creen que no hay solución al destino, porque ya no tienen tiempo, porque les tocó lo malo y se encontraron en el infierno, sin pena, sin vida, esperando la suerte, esperando una salida.
También las he visto, hacerse la vida como ellas, pero queriendo buscar la mejor salida, vender su cuerpo al diablo, venderle su cuerpo al peor enemigo de todos, el dinero, que controla sus vidas. Son como las de antes, pero dentro de las calles normales de señoras, de duquesas y marquesas, de muñecas paseadas como trofeos de los hombres que compiten por llevar a la más bonita.
Estas mujeres también lo son de por vida. Ellas también lloran cada mañana a su suerte porque su mundo es mentira.
Y siempre me pregunto… ¿y si las cosas dieran la vuelta y ellas fueran las fuertes, con dinero, y ellos los que se prostituyen en la vida?
No quiero pensarlo, porque tantos años de contradicciones me hacen complicarme mucho mi vida.
Pienso en ellas como en mí, y no encuentro una salida.
Cómo podemos ser nosotras las mismas, las que queremos ser libres, sin dominios, sin fortuna y todas las que aguantan, ceden, se engañan, se autojustifican, se mienten, se esconden, se disfrazan, se lastiman, se esperan, se callan, se desvelan, se transforman, se odian, se plantean cada día que “así es la vida”.
Ellas y yo, somos la misma.
Mañana, quizás mañana, el mundo dejará que ellas no tengan que vivir lo que no quieran vivir.
Mañana, tal vez mañana, podremos olvidar todo lo que la historia nos ha dejado en herencia.
Mañana, tal vez mañana, cuando una niña nazca no será nunca abandonada.
Mañana, tal vez, tendremos que olvidarnos de las mujeres asesinadas y podamos perder el miedo de la violencia del hombre hacia ellas.
Mañana, a lo mejor, habrá un mundo en el que no haya dos sexos diferentes, el fuerte y el débil, sino que, mañana, caminaremos los dos uno al lado del otro, sin que uno piense que está al servicio del otro, que se lleguen a acuerdos, que se hagan las cosas por la buena voluntad y por la educación, la cultura y el bienestar humano.
Mañana, quizá un mañana no muy lejano, estaremos ante un mundo sencillo, como el que ahora algunos somos capaces de vivir.
Mañana desaparecerán los miedos a la violencia, a la ablación, a la pérdida de la virginidad como trofeo, a las diferencias educativas entre niñas y niños; en las tiendas no habrá juguetes diferentes para chicas y chicos, ni en la ropa, ni en el trato. Se trabajará por los mismos sueldos en lugares en los que todo sea igual para los dos.
Mañana, un mañana nuestro.
Mañana, no será nunca un sueño.
Mujeres tratadas de la misma manera. Mañana tendré una cuerda, que sólo servirá para jugar con dos botones al yoyó.
Todas las mujeres deseamos esto.
Todas las mujeres tenemos un sueño, que el mundo sea un lugar sin violencia contra las mujeres, contra las niñas.
Mañana ya es mañana y lo vamos a conseguir.
Esta exposición habla de esto, usando diferentes metáforas, para hablar de ellas, de mí.
En Paraguas Rojo, es el paraguas, el color y el contraste del fondo oscuro el que cuenta como me sentía mientras pintaba, mientras leía, mientras observaba la vida, cuando vuelves a encontrarte - porque hasta ahora no había tenido tiempo - y al volver al taller y querer contar todo lo que sentía.
En las mujeres con color, en las esculturas, se cuentan cosas de mis amigas mayores, jóvenes, enfermas, de otros países, también de mis hijos, de mis inquietudes y las ganas que tenía de alcanzar, después de tanto oscuro, un poco de color.