Como no podía ser de otra manera, un año más el cine ha tenido su protagonismo en este mes de marzo dedicado a las Mujeres. Seis han sido las películas que a lo largo de todo el periodo han podido verse relacionadas con distintos aspectos femeninos, cinco de ellas dentro del ciclo "Viernes de cine", que por este mes ha pasado a denominarse "Viernes de cine en femenino" más un pase especial que nos ha proporcionado la ocasión única de disfrutar de una película aún no estrenada comercialmente en España.
De esas seis películas, tres de ellas fueron presentadas por mujeres relacionadas con la Plataforma por la Igualdad y contra la Violencia de Género de Astorga, que hicieron un magnífico trabajo de recopilación de datos para conocer un poco mejor la película seleccionada.
Como todo trabajo, máxime si está bien hecho, merece su reconocimiento, queremos compartir con todas aquellas personas que nos siguen, y que en su día no pudieron acudir a la proyección, ese material. Esperamos que sea de utilidad para quienes lo lean.
EL DOCTOR FRANKESTEIN.
Dtor. James Hale. 1931. Película basada en la obra de Mary Wollstonecraft “Shelley”.
Publicado en 1818, Frankestein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, no es –al contrario de las películas basadas en la novela- una historia de terror. La obra está destinada, más que a suscitar emociones y sentimientos –que, por supuesto, suscita- a profundizar en ellos, y más que a provocar el temblor de nuestras facultades más sensibles al pavor, a producir el temblor del alma humana cuando ésta se relaciona con los dos grandes misterios de la existencia: la vida y la muerte.
La autora nació en 1797, hija de dos personas escritoras y adelantadas a su tiempo: William Godwin, precursor del pensamiento libertario y apóstol de la no violencia, y Mary Wollstonecraft, feminista militante que, en 1792, publicó Reivindicación de los derechos de la mujer.
En 1792, el año en que Olimpia de Gouges fue guillotinada, por su rebeldía frente a unos revolucionarios dados a practicar el terror y a proclamar los derechos de los hombres excluyendo a las mujeres, Mary W. Shelley publicó Vindicación de los derechos de las mujeres.
En 1818 su hija Mary G. o W. Shelley, publicó El doctor Frankenstein o el moderno Prometeo.
Mary Shelley escribió Frankestein en pleno romanticismo y, por consiguiente, en una época dominada por la exaltación de las facultades del espíritu humano, considerado por encima de todas las cosas y de las criaturas del universo. Una época en que las mentes más cultivadas y atentas al progreso seguían con pasión las teorías científicas que estaban a punto de revolucionar el mundo: las de Erasmus Darwin (abuelo de Charles Darwin), quien con sus especulaciones sobre los principios vitales dio un valor hasta entonces negado a la materia, y las de Galvani, físico y médico italiano que descubrió las acciones fisiológicas de la electricidad, demostrando la contracción de los músculos al recibir estímulos.
Mary Shelley escribió el libro como su aportación a la propuesta de Lord Byron, uno de los amigos con los que pasaba unos días de lluvia y encierro en una casa de Suiza, de que cada cual escribiera un relato fantástico. Los otros dos amigos eran el médico italiano amigo de lord Byron, Polidori, y el poeta Shelley del que recibía su apellido de casada Mary Wolstonecraft Shelley.
Sólo Mary y Polidori concluyeron el relato. Ella escribe que soñó un esbozo de la historia estimulada por la conversación entre Byron y Shelley sobre la cuestión del momento: la naturaleza del principio vital y la posibilidad de que una vez descubierta pudiera conferirse a la materia inerte, sobre lo que trabajaban Erasmus Darwin y Galvani.
Mary W. Shelley en lugar de dormir, soñó, fantaseó y sin duda reflexionó: ¿Sería posible construir un ser humano ensamblando piezas e insuflándole el fuego vital mediante descargas eléctricas?
Por ser Prometeo el dios mítico que robó el fuego de los dioses, el de la vida, para entregarlo a los seres humanos y ser castigado por ello, Frankesteín, que no es el ser creado, sino su creador, lleva el subtítulo de “El nuevo Prometeo”.
Siempre los seres humanos en los mitos con los que pretenden explicarse el mundo y su lugar en él, han querido robar a los dioses sus atributos de dar vida y conocimiento. No sólo Prometeo; también Eva, la segunda compañera bíblica de Adán, una vez condenada a la ausencia de la historia la primera compañera, la rebelde Lilith que no aceptaba amo y señor y que fue según el mito creada directamente como Adán, y no como una prolongación de su cuerpo. La osadía de la persona sabia o que desea serlo y propagar sus conocimientos, es frecuentemente castigada por los dioses, por el poder, que se mantienen gracias a la posesión del conocimiento superior y la violencia contra quienes quieren participar en él. Y quienes buscan el saber no siempre consideran las consecuencias que puede tener para sí mismos y para el resto los hallazgos científicos, que acaban estando en manos de los poderosos.
Como vemos, un estudio en su momento actual y en el nuestro también. Un debate sobre la ciencia aplicada a la manipulación de la vida y la muerte, sumamente moderno en un siglo en el que potentes centros de investigación y magnates con laboratorios privados desmenuzan la composición del ser humano y experimentan con su duplicación y manipulación genética.
Por eso la obra de Mary W. Shelley es inmortal, pretendía más que provocar el miedo, provocar la reflexión.
La reflexión no solo sobre la ciencia y su uso, también sobre los motivos que conducen a un ser en principio inocente a cometer actos malvados. El desamor por parte de quienes le han creado, el rechazo absoluto de la persona que por deseo de poder, de notoriedad o por curiosidad, le ha creado para luego abandonarle porque no resulta ser tan atractivo como esperaba. Si los dioses castigan a quienes desean el conocimiento prohibido, quienes actúan como dioses, castigan a la criatura u obra humana surgida del conocimiento prohibido .El entrañable monstruo creado por Frankestein es abandonado, repudiado por su creador, y también rechazado por el resto de los mortales debido a su “diferencia”.
Diferencia que no se tolera, aunque sólo esconda bondad e inteligencia.
Por todo lo dicho, debemos después de ver o ver una vez más esta versión de Frankestein, leer el libro original que tenéis a vuestra disposición en la biblioteca pública de Astorga. Porque la propuesta de reflexión que hace la autora no se refleja, o no con profundidad, en las películas, múltiples, realizadas sobre la novela. En el cine se resaltan los efectos especiales que destacan la maldad y el horror del ser creado, mientras que la autora, especialmente en la segunda versión de 1931 ya sin influencias de su esposo ya muerto, profundiza en los caracteres y las relaciones entre causas y efectos en los comportamientos humanos.
Mary W. Shelley no sólo escribió Frankestein, una obra considerada clásica de la literatura y como tal traducida a todos los idiomas y estudiada en las universidades. M.W.S. escribió además unos cuarenta cuentos, seis novelas y cuatro piezas de teatro, publicadas de forma individual y en antologías, con lo que termina la época de oscuridad en la que se había arrumbado esta obra cuantiosa. De sus novelas ha sido destacada la titulada El último hombre. Escrita en 1823 esta es una novela apocalíptica desarrollada en el año 2026, y la trama se basa en la destrucción de la humanidad por una epidemia de origen desconocido.
Biografía de Mary W. Shelley.
Hay varias obras sobre su vida y alguna de la de su madre, reconocida precursora del movimiento feminista impulsado a partir de la revolución francesa.
La revolución francesa tiene lugar en 1789. El pueblo, incluidas las mujeres, que nunca quedan rezagadas en la lucha por las reivindicaciones populares, apoya a la burguesía para acabar con el antiguo régimen: la monarquía y los privilegios de la nobleza. Se escriben y legislan los DERECHOS DEL HOMBRE, DEL CIUDADANO. Pero, como siempre denunciamos quienes defendemos un lenguaje no sexista y que nombre claramente a las mujeres y a los hombres para saber a quienes se refiere quien habla o escribe, las mujeres no tenían ningún derecho, ni antes ni después de la revolución. Y no porque no hubieran participado en todos los ámbitos sociales. Olimpia de Gouges, a quien está dedicado este Marzo en Astorga, apoyada por otras mujeres escribe y presenta en el parlamento revolucionario la declaración de LOS DERECHOS DE LAS MUJERES. En el mismo año en que es guillotinada Olimpia de Gouges, 1972 Mary Wollstonecraft publica en Inglaterra su segundo libro feminista: Reivindicación de los derechos de las mujeres. Cinco años antes había publicado su obra Pensamientos acerca de la educación de las niñas. Mary Wollstonecraft, (nacida el 27 de abril de 1759 muere el 10 de septiembre de 1797), fue escritora y filósofa feminista que defendía la igualdad de mujeres y hombres y el derecho de las mujeres a la autonomía y la independencia económica. Pertenecía al grupo radical de Londres que luchaba por los derechos individuales y el desmantelamiento de prejuicios y supersticiones, por razones de justicia y para alcanzar el bienestar de la mayoría de las personas. Después de tener una hija con su amante en Paris, y ser abandonada por él, se casó con el filósofo libertario: Goldwin y murió tras el nacimiento de Mary W. Shelley que por lo tanto ni conoció a su madre ni se benefició directamente de su lucha feminista.
Educada por Godwin, como su medio hermana Fanny, no tuvo esta segunda Mary la instrucción reglada y de igual calidad que la de los niños que su madre defendía para las niñas, pero si tuvo acceso a la biblioteca del padre por lo que fue una lectora y escritora precoz.
En 1814, a los 16 años se fuga con el poeta Percy Shelley enamoradizo y casado, con lo que pasaba de las contradicciones del padre entre teoría y práctica a las del esposo entre ideal y práctica. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo, sobre todo en las relaciones con las mujeres que se tienen como compañía y apoyo. Mujeres que, como Mary son además de alumnas aventajadas, las confidentes, secretarias, compañeras sexuales, criadoras de sus hijxs físicos, intelectuales o artísticos y más tarde albaceas de las obras de sus esposos. Percy Shelley había encontrado en Mary a una mujer joven, admiradora, de inteligencia privilegiada y exquisita sensibilidad, bien formada en filosofía y literatura y preparada para compartir con él una especie de camaradería intelectual.
En 1818 Mary, que tiene 19 años, y Percy están en Suiza con amigos tan prestigiosos como Byron y su amigo el médico intaliano Polidori. Dedicados a charlar y relatar en días de lluvia en la villa Diodoti, aceptan la propuesta de Byron de escribir cada cual una narración de fantasmas o terror.
Shelley poeta y Byron abandonan la historia, Mary escribirá Frankesteín estimulada por las conversaciones nocturnas sobre las teorías y experimentos en boga en torno al “animo vital” y a la “energía capaz de estimular la vida en materia inerte”. Polidori, un año más tarde convertirá el relato iniciado entonces, en la obra no menos famosa: “El vampiro”.
Para entonces Mary ya había escrito algún relato, pero aún no era una escritora de oficio.
La dedicación a su esposo, el sufrimiento de parir y ver morir a sus tres primeros hijos, unido a las infidelidades del enamoradizo y sensible poeta, afectado cada vez más de perturbaciones nerviosas, no facilitó su carrera de escritora. Godwin, su ilustre y liberal padre le cerró las puertas del hogar paterno cuando se fugó con Shelley, y su suegro nunca reconoció su relación con Shelley por lo que le negó toda ayuda e incluso dificultó el que publicara las obras del poeta que ella se dedicó a ensalzar y promocionar.
Mary W.S. sabía lo que era la orfandad, el rechazo o la desatención y la pérdida de los seres queridos, admirados, de los que se espera atención y afecto cuando escribe el Frankestein.
El 13 de marzo de 1815, poco después reempezar a vivir con Shelley y muerta la primera hija de pocas semanas de vida, escribe:
Shelley y Clara han ido a la ciudad. Yo me he quedado en casa limpiando, y pensando en mi niñita muerta. Es absurdo, supongo. Todavía, cuando me quedo sola y me abandono a mis pensamientos, cuando no leo o intento distraerme, siempre vuelvo al mismo punto, yo era madre… y ya no lo soy.
A pesar de ello y muerto Shelley, Mary continúa escribiendo, siendo su obra desestimada hasta época muy reciente, cuando se reconoce el valor, comparable al de Frankestein de alguna de sus novelas y relatos.
Y escribe también con un trabajo agotador biografías para ser publicadas por editoriales, como medio para ganarse la vida.
Y trabaja incansablemente por la gloria de su esposo, mientras la suya se oculta.
Dice Pilar Vega Rodríguez en su libro “Frankensteiniana”, publicado en el año 2002:
La representación de Shelley que Mary comienza a tejer en sus diarios, novelas y cartas se acerca peligrosamente a la impostura. En sus páginas, Mary construye a Percy y lo transforma en arquetipo del artista, el esposo amante, el sabio erudito, el caudillo político y el héroe de novela.
La glorificación de su esposo hizo creíbles las calumnias que se habían vertido sobre ella. Todo el mundo estuvo dispuesto a creer que ella había sido quien, de hecho, impidió a Shelley desarrollarse como el genio que Mary noveló en sus cartas.
Una historia que se repite incesantemente: mujeres que apoyan, mejoran y magnifican la obra de sus esposos, pese a todo. Y que con ello abandonan la suya, o la relegan o facilitan el que se ningunee. Es lo que podríamos llamar “la generosidad enfermiza de las mujeres llamada amor”.
Fue la nuera de Mary, casada con su último hijo y único sobreviviente quien se ocupó de la obra de Mary y de publicar su primera biografía.
VIOLETA SE FUE A LOS CIELOS
Presentación: Plataforma ciudadana de Astorga por la Igualdad y contra la Violencia.
Violeta Parra, dicen las enciclopedias, fue cantautora, poeta y pintora chilena. Nació en San Carlos, provincia de Ñuble en 1917 y murió en Santiago de Chile en 1966).
En 1930 comenzó a cantar canciones populares, folclóricas, corridos y tonadas en barrios de la clase trabajadora. A partir de 1950 ejerció una gran influencia artística a través de su programa de radio Chile ríe y canta . El trabajo poético de Violeta Parra ha sido comparado al de Gabriela Mistral (Premio Nóbel ) y sus pinturas llegaron a estar expuestas en el Louvre.
La última canción que compuso fue Gracias a la vida, pocos días antes de suicidarse en el centro alternativo de música La Carpa de la Reina, que ella había creado.
De la biografía y antología de Violeta Parra escrita por Patricio Mans: Violeta Parra. Ed. Júcar. 1977.
Fue el de Violeta un carácter crucial y apocalíptico, con un humor a veces amplio y brillante, a veces agresivo y sensible, y a veces, negro y voluntarioso.
Definen la personalidad y la obra de Violeta Parra el vuelo decoroso, su guitarra mundial, su imperfección perfecta, su ropaje, su estatura, su sonido, síntesis de memoria y savia. Se eleva de la tierra poco a poco, como un árbol, y se alimenta, completándose, con los gérmenes ávidos del viento de su tiempo. Un friso histórico, político, religioso, social, antropológico, folclórico, filológico y estético de proporciones inusuales anclará en las fibras de su guitarra, en los hoscos e ingenuos, pero profundos, ramalazos de su pintura, en el delgado acontecer de su arpillería, en la cerámica pasmosa poblada por su mano. Pero antes venía desnuda y en el camino escoge su ropaje.
El volcán que ha engastado como empuñadura de su corazón no es un volcán casual, sino elegido. La flor que le mana sobre la oreja es una flor pensada sabiamente. En sus juicios destila el acíbar y en su sonrisa las ganas de vivir.
Primero acude al bosque para hacer memorable la hoja y la raíz. Es en la tierra donde está el secreto. Con sabiduría, lo ignora todo. Sólo andando el tiempo aprenderá a cantar las cosas imperecederas, pero el aprendizaje comienza por el descubrimiento. Después de comprender la geografía y la geometría del arroyo, evalúa la altura y la convicción del monte. El árbol es un árbol, pero también un órgano sonoro, el lugar donde posan los pájaros su canto. Son rudos y simples materiales de su país rudo y salvaje, su memoria anterior, silencioso y altivo e incandescente. Luego, poco a poco, la materia vital y trascendente de la humanidad invadirá su infancia bucólica. Las canciones campesinas que cantará más tarde, aprendidas muchas de ellas en su primera juventud, le hablarán del amor. Y ella mirará el amor desde el borde; primero contemplará el desangrarse de los otros, hasta que un día aullará su desgarradura con la sangre al cuello. Para las cosas de la vida no hay espectadores. Así se dibuja poco a poco, su relampagueante, vívido periplo. Las propias naturalezas de la vida gestan las condiciones necesarias para transmutar su acechanza en poesía. En tan aguda confluencia –la flor de la tristeza y el árbol del vino. Podría convocarse la síntesis perfecta de toda su obra.
Será una sensibilidad desatada y testimonial por excelencia. Transitando un largo proceso de desarrollo, intentará completarse cerrándose en sí misma, pero cerrándose a la vez en torno de su tiempo y de sus pueblos.
Su poesía, su música.
Violeta comienza su obra artística recopilando, cantando y componiendo canciones de amplio consumo popular. En un país en el que se sucedían gobiernos y represiones sangrientas, la canción emitida por radiofonía cumplía un papel desmovilizador a partir de los años 30 del siglo pasado; un bálsamo para las heridas sociales, que las oculte y que aparte a la clase trabajadora de sus reivindicaciones. Las canciones dan una imagen deformada y amable de los grandes terratenientes a quienes sirve un campesinado pobre, leal y explotado. Para entonces ya se habían desarrollado partidos de clase obrera y el campesinado, la clase más atrasada, despierta y sufre represiones brutales.
Pero en Violeta coexistía esta influencia refleja con las influencias y emociones atesoradas durante su infancia, una herencia musical profundamente campesina e incontaminada, que ella descubrirá en sí misma cuando inicie sus tareas de recopilación. El primer rasgo de su genialidad consiste en comprender que el camino marcado y difundido no es el suyo, y vuelca sus esfuerzos a partir de cierta etapa de su maduración, sobre las fuentes genuinas y anónimas de los cantares populares. Des estas fuentes y su trabajo creativo surgen obras como “El pueblo y el gavilán”, ballet folklórico en cuatro actos y ocho cuadros cuya primera versión es de 1962-63.
Entre 1953 y 1967 Violeta despliega la eclosión de su oficio –recopilación, composición, pintura, escultura, tejido, canto, viajes- cuando bordea los 36 años de edad.
En 1960 ya había definido su proyecto expresivo:
Yo canto a la chillaneja / si tengo que decir algo / y no tomo la guitarra / por conseguir un aplauso. / Yo canto la diferencia / que hay de lo cierto a lo falso, / de lo contrario no canto.
Yo canto al mes de septiembre / con el corazón crecido / de pena y de sentimiento /
al ver mi pueblo afligido: / el pueblo amando a la patria / y tan mal correspondido / (el emblema por testigo).
Ahí pasa el señor Vicario / con su palabra bendita: / ¿Podría su majestad / oírme una palabrita? / Los niños andan con hambre: / les dan una medallita / o bien una banderita.
No tiene fuego la Luisa / ni una vela ni un pañal: / su niño nació en las manos / de la que cantando está. / Por un reguero de sangre / va marchando un Cadillac, / cueca amarga nacional.
La fecha más resaltante / la bandera va a flamear. / La Luisa no tiene casa. / La Parada Militar. / ¿Y si va al Pargue la Luisa, / a dónde va a regresar? / Cueca larga militar.
A Violeta se le niegan todos los medios de trabajo y difusión. La radiofonía en manos del enemigo (el poder), la TV en pañales, la Universidad le niega ferozmente los mínimos recursos para adquirir un pequeño equipo de grabación, necesario para su ingente trabajo de recopilación. Sólo un año antes de su muerte consigue el contacto con su público natural. Ella encarna el puente de plata entre la poesía y canción popular de corte social y las nuevas generaciones de cantantes y compositoras/es para las que será la luz, como para ella fueron la luz las generaciones anteriores.
En 1965, la última vez que Violeta regresa a Chile se encuentra con un panorama social y político en plena efervescencia al que ella se incorpora. En 1966 instala “La Carpa de la Reina” para comunicarse directamente y de forma efectiva con “su público”: una vieja carpa de circo, un modesto escenario y capacidad para mil personas. Vive allí, da de beber y comer, organiza encuentros, compone, escribe, teje, pinta, esculpe, hace programas de radio, graba. Violeta, que había estado afiliada en 1946 al partido comunista, no milita pero colabora como quienes se movían en torno a la canción comprometida con los partidos de la clase trabajadora. Y son punto de mira del gobierno de la Democracia Cristiana que no quiere se difundan cantadas sus masacres.
Violeta había trabajado y creado incesantemente, había recorrido el país y contactado con sus gentes, y en 1966 se suicida. De ella era la frase:
La muerte no es tan importante como la vida. La gente sólo se asusta si no ha sembrado nada
MEMORIAS DE AFRICA
Película dirigida por Sidney Pollak a partir de las memorias autobiográficas de Karen Dinesen.
Presentación de la Plataforma Ciudadana de Astorga por la Igualdad y contra la Violencia.
La escritora Karen Dinesen es conocida con el seudónimo ISAK DINESEN; también como la baronesa Karen Blixen- Finecke, con el apellido de su esposo.
Karen Christence Dinesen nació el 17 de octubre de 1885 en la localidad danesa de Rungstedlung, al lado del estrecho que separa Suecia de Dinamarca. Se casó muy joven con su primo el barón Blixen-Finecke y con el marchó a Kenia donde tenían una plantación de café. África era entonces un conjunto de colonias europeas. Tras varias desavenencias con su esposo, que se cree le contagió la sífilis, se divorcia y queda al cargo de la explotación de café durante años. Su estancia en África finaliza cuando de forma súbita se produce un descenso del precio del café que hace inviable la explotación. Karen Dinesen regresa a Dinamarca, donde escribe. Muere en 1962.
Aunque ya antes había escrito artículos para revistas, no es hasta 1934 cuando comienza su carrera de escritora, con la publicación de Siete cuentos góticos . Su segundo libro es Lejos de África , conjunto de relatos que forman la memoria de su estancia en África, y que es por lo tanto autobiográfico. En uno de sus pasajes se basa la película que vamos a ver.
Antes que Sidney Pollak, otros cineastas, como Orson Wells, pensaron hacer una película basada en las memorias de Karen, pero no se atrevieron. El propio Pollak reconoce la razón: “no se puede hacer una película con lo que hay en el libro”. No por falta de materia, sino por la dificultad de comunicar lo que el libro narra y transmite.
Y así es. La película, por mucho que nos guste, decepciona ante la lectura del libro. Porque la película se centra, como es frecuente en el cine, en magnificar uno sólo de sus pasajes y rodearlo de “efectos”: el trío amoroso formado por Karen, su esposo y su amante. Su amante representado como “el gran cazador”, un tipo frecuente entre los muchos europeos para los que África era un deporte de aventura y un negocio. Todo ello con el fondo del África colonial británica.
Hay que leer el libro para conocer y vivir el sabor africano de las colinas del Ngong, el amor de Karen Dinesen por su gente y su tierra, donde ella dice haber vivido los años más felices de su vida. Experimentada cazadora, trabaja en la gestión del cafetal como mujer de negocios, cuida de “su gente africana”, observa , hace de médica en su hacienda y escribe. Y África no la defrauda. Si tuvo que decir adiós a las colinas de Ngong fue porque los que dirigen el mundo desde sus despachos, decidieron un día bajar el precio del café en el mercado de Londres.
En el libro “Lejos de África” Karen/Isak Dinesen, cuenta un cuento que se prolonga a lo largo de páginas y páginas encantadas. El cuento de su vida en África y el cuento de quienes la rodeaban, europeos, somalíes, kikuyos o masais. Tuvo la pasión de contar y la suerte de estar rodeada de personas que apreciaban por encima de todo los poderes de la imaginación. Sus cuentos beben de las soterradas tradiciones fabuladoras de Europa, del Norte de Europa, tanto como de las tradiciones de pueblos a los que el colonialismo europeo introdujo de golpe - y de forma despiadada- en la Historia que conocemos, lo que llamamos Historia. Y así, la escritora que posiblemente creyera que Europa podía ejercer una función civilizadora, es decir, garante y guía en los derechos humanos y el respeto de las personas y la tierra que habitan, pudo, merced a la limpieza de su mirada, mostrarnos cómo una cultura más fuerte –mejor armada- y emprendedora, podía terminar destruyendo y dejando sin raíces y sin tierra a otras menos poderosas.
De la pasión de contar, de su predilección por el cuento respecto a la novela y su concepto de la historia Karen Dinesen escribe en “Últimos cuentos”:
Historias se vienen contando desde que existe el habla y la raza humana sin historias hubiera perecido, como sin agua.
Y también: En una historia verdadera podemos ver los personajes claros y luminosos y situados en un plano superior y al propio tiempo que no parezcan humanos, e incluso inspiren un cierto temor. La novela sacrifica la historia a los personajes. En la novela los personajes están tan próximos a nosotros, no causan temor, son la pieza fundamental a la que se sacrifica la historia.
De su libro “Lejos de África” es el pasaje siguiente, oportuno hoy y aquí cuando la sequía climatológica se suma a otros muchos problemas.
Un año no hubo grandes lluvias. Es una experiencia terrible, tremenda, y el granjero que ha pasado por ella no la olvida jamás. Años después, lejos de África, en el clima húmedo de algún país del norte, se incorporará por la noche al escuchar el ruido de una lluvia repentina, y gritará:
- Por fin, por fin.
En los años normales la estación de las lluvias comienza en la última semana de marzo y duran hasta mediados de junio. Hasta que llegaba el tiempo de las lluvias, el mundo se iba calentando progresivamente y haciéndose más seco, febril, como en Europa antes de una gran tormenta, sólo que mucho más.
Los masai, mis vecinos del otro lado del río, en esa época prendían fuego a las llanuras de esparto para que creciera hierba verde para su ganado con las primeras lluvias, y el aire de las praderas danzaba en un gran incendio; las largas capas grises y teñidas como el arco iris del humo rodaban sobre la tierra, y el calor y el olor a quemado llegaba en oleadas al terreno cultivado como si viniera de un horno.
Nubes gigantescas se reunían y se disolvían de nuevo sobre el paisaje; una lejana llovizna pintaba una raya azul al sesgo en el horizonte. Todo el mundo pensaba lo mismo.
Una tarde, justo antes de la puesta de sol, el paisaje se cerraba en torno a ti, las colinas se acercaban u adquirían un aspecto sólido, expresivo en su colorido claro, azul oscuro y verde. Un par de horas después salías y veías que habían desaparecido las estrellas y que el aire nocturno era suave, profundo y preñado de beneficios.
Cuando el sonido cada vez más acelerado pasaba sobre tu cabeza, era el viento en los altos árboles del bosque, y no la lluvia. Cuando corría a lo largo de la tierra, era el viento en los arbustos y en las largas hierbas, y no la lluvia. Cuando susurraba y sonaba sobre la misma tierra, era el viento en los maizales –donde sonaba de una forma tan parecida a la lluvia que te engañaba una y otra vez y hasta cierto punto te compensaba, como si estuvieras viendo una representación de lo que deseabas- , y no la lluvia.
Pero cuando la tierra respondía como una caja de resonancia, con un ruido fértil y profundo, y el mundo cantaba en torno tuyo en todas las dimensiones, por encima y por debajo, esa era la lluvia. Era como volver al mar cuando has estado mucho tiempo lejos de él, como el abrazo de un amante.
Pero un año no vinieron las lluvias. Entonces fue como si el universo te diera la espalda. Empezó a hacer más fresco, incluso en algunos días hizo frío, pero no había el menor signo de humedad en la atmósfera. Todo se volvió más seco y más duro, y fue como si toda la fuerza y la gracia se hubieran retirado del mundo. No es que hubiera buen tiempo o malo, sino que era la negación de cualquier tiempo. Un viento sombrío, como una corriente, pasaba sobre tu cabeza, desaparecían los colores de todas las cosas; desaparecían los olores de los campos y de los bosques.
Karen Dinesen escribió con el seudónimo Isak Dinesen, además de los dos libros citados, los siguientes:
- Cuentos de invierno, en 1957
- Últimos cuentos, en 1957
- Anécdotas del destino, en 1958
- Sombras en la hierba, en 1960
- Ehrengard, en 1963
- Carnaval, en 1977
Y con otro seudónimo, Pierre Andrézel, el libro The angelic avengers, en 1947 .