Manuela Bodas Puente, se hizo con el primer premio de la categoría de adultos en el Concurso de Relatos de Navidad, organizado en este año. Su propuesta, una colección de 5 relatos con sabor a chocolate, algo muy navideño y, por otro lado, muy astorgano. Aquí dejamos sus cuentos para disfrute de tod@s quienes naveguéis por la red, a la espera de que vean la luz en un libro impreso e ilustrado. A la manera tradicional.
Nuestra enhorabuena, Manuela.
CHOCOLATE QUE LATE
I – CORAZÓN, DULCE CORAZÓN
Lentamente
las volutas de vapor que formaba el chocolate al hervir en la cocina, mientras
madre daba vueltas para que no se pegase, creaban formas aleatorias que en mi
cabeza se hicieron figuras palpables, y a su vez se convirtieron en personajes.
Un
corazón marrón, que latía con calma, me guiñó un ojo soltándome:
- ¡Chist, chist! ¿Sabes dónde está la
habitación de los libros en esta casa?
Miré alrededor y no ví a nadie, así que tenía que estar hablando
conmigo. Atolondrado y sin dar crédito a mis ojos, le espeté:
-
Te indico, sígueme. –Salí sigilosamente,
no fuera a ser que mi madre se percatara y me preguntara adónde iba.
Ya
en el salón, aquel corazón marrón se dirigió directamente hacia la pared llena de
libros. Apuntó hacia un cuento que me era muy conocido.
-Vete
a la página quince, por favor.
Tomé
el libro y lo abrí en la página indicada. Estupefacto observé que al gran oso
de la ilustración, le faltaba el corazón. ¡El corazón, qué casualidad!
-
Tuve que salir del corpachón de mi oso, para buscar el gran motor que mueve su
ilusión. ¡El chocolate! ¿Sabes por qué a este grandullón se le vació el
corazón? Por bonachón, porque si es más cariñoso y dulce se derrite entero.
El
oso de mi cuento favorito sonrió feliz. -Ya veo que te has recargado, has vuelto
lleno de chocolate. ¡Ummmm… qué rico!-
Con
los ojos como platos, acerté a decir: -¿Pero no me vas a contar, cual fue el
motivo, de salir fuera de tu oso?
-
Verás, se enteró de que en el libro de al lado, vivía una pequeña abeja que se
iba a morir ya que en sus páginas, no había colores, tampoco vegetales. Así que
ni corto ni perezoso, este oso, le ofreció su corazón para que libara y así
pudiera seguir con vida. Luego tuve que ir a darme un baño en el chocolate que
estaba preparando tu madre, para volver a él bien repuesto.
No
salía de mi asombro. Bueno, tuve que salir cuando la voz de mi madre llegó
hasta mis oídos en notas agudas reclamando mi presencia.
-¡Vamos,
el chocolate ya está listo! ¡Nunca en Navidad, faltó el chocolate en casa!
II – BESOS
DE CHOCOLATE
En
casa no había ni muchos muebles, ni muchos libros, ni mucho de nada. Más bien
había muy poco de todo, tan poco, que a veces no llegaba ni a lo justo, pero
íbamos tirando, no teníamos elección. Vivíamos en un barrio muy pobre de la
ciudad.
Lo que sí había en casa, era una cita
cada noche, para los juegos y las risas. Sacábamos el viejo parchís que había
heredado de un compañero del cole y nos
poníamos todos a jugar, a cantar viejas canciones y a reírnos jugando.
El viejo parchís, desgastado ya de
tanto como lo usábamos, era el tesoro de la casa. Aquella noche, como siempre,
iniciamos la partida sonrientes, aunque con algún rebuzno de nuestros vientres,
por falta de alimento. Cuando fui a tirar el dado, se salió del cubilete dando
saltos y se quedó parado en la ranura que había debajo de la puerta de la
calle. Abrí la puerta para recogerlo y un hermoso chucho metido en un cesto con
un lazo, relleno de varios paquetes, me miró con una risa en la cara. Recordé
que estábamos en Navidad, y en estas fechas, siempre es tiempo de milagros.
Atónito vocee para que vinieran a ver
aquella hermosura, sin atreverme a tocar nada, no siendo que sólo fuera un sueño
y al tocarlo se desvaneciera. Pero por la cara que les ví a los otros, y los
pequeños ladridos-gemidos que escuché al pequeño can, supe que se trataba de un
sueño muy real. Sin poder resistirme, tomé al perrín en brazos y éste
agradecido, comenzó a pegarme besos y lametones por toda la cara. Nunca había
notado algo así, parecía como si cada beso o lametón del pequeño, se me
convirtiera en algo duro que estiraba mi cara. Me asusté al ver cómo me miraban
los míos, hasta que escuché a mi hermano:
- ¡Es chocolate! ¡Son besos de
chocolate! ¡Este perro es mágico!
Posé a chuchín en la cesta y me llevé
las manos a la cara. ¡Si señor, mi hermano tenía razón! Fui desprendiendo de mi
rostro, pedazos de chocolate de distintos tamaños que estaban buenísimos.
No se lo contéis a nadie, pero desde
aquel día, nuestra casa se convirtió en una preciosa chocolatería y gracias a
chuchín, nuestros vientres no volvieron a rugir medio vacíos. ¡Ah, eso sí! El
viejo parchís sigue estando cada noche encima de la mesa de la cocina, con
nuestro querido perro, preparado para jugar, reír y dejarse querer a cambio de
unos cuantos besos de chocolate.
III – NIEVE
MARRÓN
-¡Que
frío refrío! Me voy a quedar tieso en cualquier momento, alelado y sin pulso.
Encima hoy no hemos sacado ni un chavo, no podremos comprar ese rico chusco de la
panadería.
-
Deja de lamentarte y camina más rápido, venga echemos una carrera hasta la
esquina, verás cómo llegamos calientes al comedor social.
Los
dos muchachos emprendieron una carrera entre los transeúntes que circulaban a
esas horas por la ciudad. Al llegar a la esquina, se pararon como siempre, en
el escaparate de la pastelería más grande del barrio. Estaba precioso, lleno de
serpentinas y bolas de Navidad. Estrellas de chocolate y figuritas de mazapán.
-¡Mira
Chano! ¡Los conguitos que tanto me gustan a mí en montones! Me dan ganas de
entrar y pedirle un puñadito pequeño.
-
¡Ni se te ocurra! Ya sabes cómo se las gasta ese usurero. Míralo, ya nos está
mirando con cara de ogro desde detrás del mostrador.
-¡Eh
Chano! Deja de mirar para el pastelero y percátate de lo que está ocurriendo en
el escaparate. ¿A ti también te parece que los copitos de chocolate y cacahuete
se están moviendo?
-
¡Pues como que sí! Que parece que se han puesto de acuerdo, se van arrastrando
y deshaciendo los montones. ¿Sabes lo que creo Nono? Creo que el hambre nos
hace ver visiones, dicen que eso puede pasar.
-
¿Y nos hacen ver a los dos la misma visión Chano? Aunque, también es verdad que
nuestras hambres son muy iguales, así que lo mismo lo pueden ser las visiones.
Los
conguitos comenzaron a moverse muy suavemente, como una pequeña ola, casi
imperceptiblemente, se fueron colocando en fila de a uno. En cuanto entró un
cliente en la pastelería, aprovecharon para desplazarse a lo largo del
escaparate hacia la puerta y salieron como una exhalación colocándose encima de
las cabecitas de los dos muchachos, suspendidos en una nube, hasta que
comenzaron a caer lentamente, como copos de nieve marrón encima de ellos,
metiéndose entre su pelo, sus ropas, sus bolsillos, tan lentamente que a los muchachos
les daba tiempo para ir recogiendo y comiendo, sin que ni uno solo de aquellos
mágicos copos marrones, llegara al suelo.
IV – UN SOMBRERO DE
FESTÍN
Todas los veinticuatro de diciembre, llegaba al pueblo una compañía de
títeres que alegraba durante unos días, aquel remoto lugar que se quedaba casi incomunicado
en invierno, a causa de la nieve.
Los vecinos
esperaban a los titiriteros con gran expectación, ya eran grandes amigos. Una
de las hijas del titiritero mayor, se había casado el año anterior con un
muchacho del pueblo, era de esperar, llevaban enamoriscados desde que eran unos
críos. Los dos hermanos pequeños del chico, esperaban con especial alegría y
nerviosismo esta Navidad, hacía un año que no veían a su hermano.
- Madre, nos vamos
al cerro a recibir a nuestro hermano. El cartero nos ha dicho que ya están
abajo en el valle, se cruzó con ellos al subir para el pueblo.
Su madre llena de
emoción, les dejo irse, no sin antes hacerles las recomendaciones propias de
todas las madres del mundo.
- ¡Ya les veo Nono! Todavía muy pequeñines, pero ahí están.
- ¡Yo también les veo Chano! ¡Qué alegría! Tengo unas ganas de abrazar
al grandullón de la casa, y que me haga aquellas volteretas que me producían
tanto vértigo y un estupendo cosquilleo a la vez.
- No creo que pueda darte volteretas, has crecido mucho Nono, así que
este año me las dará todas a mí, que aún visto los pantalones del año pasado.
¡Ya están aquí!
-¡Caramba Nono, que cambio! Cualquiera se pone ahora a darte volteretas.
-¡Te lo dije! ¡Ahora todas las volteretas serán para mí! – Chano se puso
delante de su hermano mayor para que le hiciera sus piruetas.
- Como imaginé que pasaría algo así, te he traído este sombrero, para
que no te pongas triste.
- Sombrero a cambio de piruetas, no está mal ¿A que no Nono?- Comentó
sonriente Chano, mientras iba ya en volandas.
- No sé, es muy bonito sí, pero un sombrero tan elegante, no sé si lo
voy a usar.
- ¡No es un sombrero de usar, es de comer! Está hecho de un chocolate
tan fino, que parece que sea el mejor paño. ¡Prueba, prueba!
Y…, sombrerón, sombrerín, qué festín se dieron allí.
V –
GUINDA MARRÓN
¡Eh,
chist! ¡Eh, escucha, oye! ¡Nada, que no me oye! ¡Si a ti, que estás al otro
lado! ¡Uf, menos mal, por fín! Soy la guinda que firma este manuscrito y
necesito tu ayuda amigo lector. No pongas cara de circunstancias, que no va a
ser tan difícil.
Verás
tengo un buen amigo al que van a expulsar del trabajo si no inventa un rico pastel
que tenga un nuevo ingrediente.
El
pobre hombre anda tan azorado, que no se le ocurre nada nuevo, los nervios
están matando su preciosa imaginación. Y precisamente ahora que es Navidad, no
es tiempo de estar triste.
Es
pastelero y me gustaría que vieses qué tartas prepara para los cumpleaños de
los niños. Sus tartas son bosques con hadas, con nomos y hasta con alguna bruja
mala que… ummmm, sabe de maravillas.
La
venta ha bajado porque han abierto otra pastelería. El jefe de mi amigo, le ha
dado una semana para que se invente un nuevo dulce o haga una tarta
superespecial, o…, bueno ya me entiendes, que el pobre está con el azúcar por
los suelos.
Al
verle así, he tenido una idea sugerida por mi nombre, guinda marrón. Te propongo que me adoptes por unos momentos, los
justos para leer este chocolate que late,
y después de saborearme, me devuelvas al texto llena de risas, buenas
intenciones y con una suculenta envoltura de tus mejores deseos.
¿Te
imaginas el pastel, conmigo encima, llena de sonrisas, besitos, alegrías,
dulces sueños, bellas proposiciones, luces
de juegos y sabores?
Sin
duda un pastel así, colmado por una guinda tan mágica, dejaría atónito al jefe
de mi amigo, pero lo más importante es que mientras tú y yo, estuvimos ayudando
a mi amigo, también hemos compartido átomos de cariño e intercambiado sueños
por realidad.
¡Gracias,
muchas gracias por tu ayuda amigo lector! Esta guinda marrón, siempre te llevará en lo más hondo de su redondo
corazón, cubierto del mejor chocolate del mundo, la solidaridad. Serán unas
navidades tan redondas como yo.
Bueno
y para que este cuento termine aún más redondo que yo, no olvidaros de acudir
en masa a la pastelería donde trabaja mi amigo para acabar con todas las
existencias, así su jefe, le contratará para siempre.
¡Dulce
vida amigos!
GUINDA
MARRÓN
(Manuela Bodas Puente)