14 de noviembre. Día Mundial de la Diabetes. Es uno de esos días indicados para lanzar una nueva reflexión sobre la Igualdad, la Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres entendida como algo que va mucho más allá de las cuestiones de sexo o género, como una realidad que debe buscar ante todo la consecución de los derechos más fundamentales del ser humano. Y uno de esos derechos es el derecho a la Salud. En este sentido, no todo el mundo conoce las dimensiones a nivel mundial que supone la Diabetes, dimensiones que la hacen ser considerada como pandemia que afecta cada vez a más personas. Porque tipos de diabetes hay muchas, y diferentes son las causas por las que se sufren, ya sean adquiridas o heredadas.
A lo largo de mi vida he conocido por mi trabajo niños y niñas que habían aprendido a convivir con su enfermedad, a controlar personalmente su nivel de azúcar en los distintos momentos del día, a cuidar su alimentación, a inyectarse incluso la insulina. Pero también he visto a menudo la desconfianza de sus compañeros y compañeras ante sus acciones, el desconcierto del profesorado para enfrentar las situaciones provocadas por dichas realidades. Y también he conocido situaciones en las que se relegaba e impedía a quienes padecían esta enfermedad (que sólo afecta a determinados aspectos de su día a día) hacer una vida normal. Por eso hablo de igualdad, igualdad de oportunidades para desarrollarse como seres completos más allá de las limitaciones que todas y cada una de las personas que componemos el mundo tenemos. Porque nadie gozamos de la perfección total.
La labor que las Asociaciones de Diabéticos son fundamentales. Educar para conocer. Pero educar también para prevenir. Y educar sobre todo para eliminar la discriminación.
Y llega con ello el color azul que, junto al círculo, han elegido como símbolo de su unión. Aún antes de saber los motivos de esa elección y el significado de la misma, me ha llevado a pensar en el azul del cielo, el azul del mar, el azul con que dicen se ve nuestro planeta desde el espacio, y que da sensación de limpieza, de belleza y, por tanto, de salud. Una belleza que nos llega desde lo más vital de nuestro mundo, aquello que nos proporciona la capacidad para respirar, que guarda nuestras reservas para la supervivencia de la humanidad … Una explosión de luz, pero sobre todo una explosión de vida, una explosión de esperanza. Una explosión de ilusión y esfuerzo que logra poco a poco mejoras en la calidad de la vida de tantas personas que padecen diabetes, más allá de cuál sea su edad, su sexo, su condición social.
No estaba tan lejos de sus propios motivos de elección, el color del cielo que une a todas las naciones (y que es, por tanto, el color de la bandera de las Naciones Unidas) y el círculo, símbolo que en muchas culturas simboliza vida y salud.
Pero también unión. Ojalá que un día como el domingo 14, en que la luz azul iluminó la casa consistorial, la casa de todas y cada una de las personas que habitamos y hacemos esta ciudad, igualando realidades individuales, sea un paso de acercamiento a la comprensión y el apoyo de quienes luchan porque la salud sea un derecho universal y la diabetes no se convierta en ningún momento en motivo de discriminación que impida a quienes la padecen disfrutar de otros derechos que, en ocasiones, se les han llegado, si no a negar sí a dificultar.
Y en este sentido dar las gracias a la Asociación de Diabéticos por su labor de educación en torno a esta realidad que cada vez afecta a mayor número de personas, y de una manera muy especial a niños y niñas, a menudo a consecuencia de los cambios que hemos sufrido en nuestros hábitos de vida, hábitos que no siempre nos han supuesto una mejora en la calidad de la misma.
Agente de Igualdad